miércoles, 26 de junio de 2013

MÚSICA DE CAÑERÍAS. Charles Bukowski

MÚSICA DE CAÑERÍAS
 
Lo leí con 14 años y es sin duda uno de mis referente:
 
 "la oscuridad te hacer ver más clara la luz".
 
Miguel Angel Reche
 
 
  

Charles Bukowski
Título original: Hot Water Music
Año de publicación: 1983
Editorial: Anagrama
Colección: Compactos nº 141
Traducción: J. M. Álvarez; Ángela Pérez
Edición: 2005
ISBN: 978-84-339-1472-9
Precio: 6 EUR

 
MÚSICA DE CAÑERÍAS es una serie de relatos cortos y rápidos de Charles Bukowski en los que incide una vez más en sus temas de siempre; la miseria moral, la ruina del ser humano, el alcoholismo, la estupidez que rodea al mundo de la cultura, el triunfo y el fracaso.
Digo rápidos porque Bukowski no es precisamente un autor que de excesivos rodeos para culminar su objetivo, a no ser que se trate de una anécdota chusca donde precisamente el factor sorpresa refuerce el efecto final (como ocurre con EXACTAMENTE NO FUE BERNARDETTE) y se dirige sin vacilación y con toda la contundencia posible hacia el final del relato, pasando por encima de todo, personajes, vidas, obras y mobiliario.
En éstos relatos Bukowski es ya un autor consagrado y respetado, se deja entrever en relatos como PUTEO LÍRICO, donde se dibuja como todo un personaje público, con todos sus tics y poses adquiridos o adjudicados, cuyas apariciones públicas ya suponen de por si todo un espectáculo, o UNA JORNADA DE TRABAJO, repaso detallado por la actividad diaria de un escritor de prestigio, en la que apenas puede escribir molestado una y otra vez por admiradores, aprendices, periodistas y ex amantes.
Pero es en los relatos donde muestra la bajada a los infiernos del alcoholismo y la degradación donde más cómodo se encuentra, así, el patético protagonista de EL GRAN POETA, es un compendio de todo aquello en lo que se puede convertir un ser humano al que ya no le importa nada, o, LA MUERTE DEL PADRE, un relato de odio e indiferencia hacia la figura paterna (ya bien descrita en la novela LA SENDA DEL PERDEDOR)
En general, todos éstos relatos son de gentes que se mantienen a flote sin que ellos mismos sepan muy bien porque, algunos de los personajes pasan por la vida como quien pasea por una acera llena de agujeros, tropezando, cayendo, levantándose, pero sin la convicción de que en algún momento la acera se nivelara y su pasó podrá ser al fin firme y ligero. Saben que la acera, que la vida, está tan llena de baches y socavones que el levantarse supone casi de forma automática prepararse para otra caída. Por eso se refugian en el alcohol, el sexo, las drogas (incluso, hasta en la literatura) sin más perspectivas de futuro que el conseguir que la siguiente caída no sea especialmente dolorosa.
Incluso aquellos que consiguen un mínimo de estabilidad se ven en la necesidad de embrutecerse para dejar de ser conscientes de lo que ocurre a su alrededor. Es la amargura de quien sabe que ha tenido suerte, pero que también sabe que esa suerte se le puede acabar en cualquier momento

martes, 25 de junio de 2013

El camello sin cuerda. Cuento Sufi.

El camello sin cuerda
 
 

Una caravana que iba por el desierto se detuvo cuando empezaba a caer la noche.
Un muchacho, encargado de atar a los camellos, se dirigió al guía y le dijo:
-Señor, tenemos un problema. Hay que atar a veinte camellos y sólo tengo diecinueve cuerdas. ¿Qué hago?
-Bueno -dijo el guía-, en realidad los camellos no son muy lúcidos. Ve donde está el camello sin cuerda y haz como que lo atas. El se va a creer que lo estás atando y se va a quedar quieto.
El muchacho así lo hizo. A la mañana siguiente, cuando la caravana se puso en marcha, todos los camellos avanzaron en fila. Todos menos uno.
-Señor, hay un camello que no sigue a la caravana.
-¿Es el que no atastes ayer porque no tenías soga?
-Sí ¿cómo lo sabe?
-No importa. Ve y haz como que lo desatas, si no va a creer que siguen atado. Y si lo sigue creyendo no caminará.

Los límites no lo impone la realidad, sino nuestras propias

viernes, 14 de junio de 2013

"Leviatán" - Paul Auster


Salté al tejado, noté el crash de las tejas, apenas me sostuvieron un segundo, me sentí volar...
...caía y caía; tres, cuatro segundos, no fueron más; segundos expandiéndose en el tiempo, tiempo infinito para mi conciencia.
Me asusté, sentí mi vida en mi mente, pasando acelerada; una angustia indescriptible, un terror atemporal, a muerte, recorrían mis venas, henchían mi ser; apenas comprendía que estaba sucediendo...
...estaba ya casi muerto???
entendiendo por casi, el segundo que me faltaba para chocar contra el suelo...
...en un instante, Caronte me cruzaba en su balsa... y nada.

Lo primero que mi conciencia tras la inconsciencia intuyó, es que podía pensar, por lo tanto, si estaba muerto, algo habría después, o simplemente no estaba muerto???
Deseché esta última idea porque no me podía mover, ese momento de pesadilla, que te quieres despertar y no puedes, que te quieres mover y no puedes, ... me obligué a mi mismo a hacerlo, sabiendo que estaba muerto... no podía.

...era mi cumpleaños, 20 agostos en el mismo momento en que se me había roto el tejado...
...porqué??? no importaba ...como??? no lo sabía.

Vi una luz, una luz que me hablaba, a lo alto, sonidos, murmullos, claridad; luego supe que era el agujero por donde había caído, supe que eran personas que me habían visto morir.
Mi corazón no latía, mi cuerpo permanecía inerte sobre ese suelo irreconocible, mis sentidos no recibían señales, sólo mi conciencia funcionaba.
...en un instante, pasé de "muerto" a vivo de nuevo, Caronte me devolvía mi pasaje, comencé a sentir el dolor, un dolor agudo, un dolor insostenible, cada vez más insoportable.
Mis sentidos se recobraron de golpe, el dolor era cada vez mas fuerte, no se cuanto tiempo permanecí en aquel habitáculo hasta que me rescataron, pero esos pocos minutos, siempre tuve la sensación de haber estado muerto.

6 de Agosto de 1995, cayendo del tejado de la Lonja de Ribeira...

 

"-No debí tardar mucho en llegar al suelo -dijo-.
Tal vez un segundo o dos, tres como máximo. Pero recuerdo claramente haber tenido más de un pensamiento durante ese tiempo. Primero vino el horror, el momento del reconocimiento, el instante en que comprendí que estaba cayendo. Uno creería que eso habría sido todo, que no habría tiempo de pensar en nada más. Pero el horror no duró. No, eso es falso, el horror continuó, pero hubo otro pensamiento que creció dentro de mí, algo más fuerte que el simple horror. Es difícil darle un nombre. Un sentimiento de absoluta certeza, quizá. Una intensa y abrumadora sensación de convicción, un sabor a la verdad última. Nunca había estado tan seguro de nada en mi vida. Primero me di cuenta de que caía, luego me di cuenta de que estaba muerto. No quiero decir que tenía la sensación de que iba a morir, quiero decir que ya estaba muerto. Era un hombre muerto que caía por el aire, y aunque técnicamente aún estaba vivo, yo estaba muerto, tan muerto como un hombre enterrado en su tumba. No sé de qué manera expresarlo. Mientras caía, ya estaba más allá del momento de llegar al suelo, más allá del momento del impacto, más allá del momento de hacerme pedazos. Me había convertido en un cadáver y cuando choqué contra la cuerda de la ropa y aterricé sobre esas toallas y mantas (para mi no eran toallas ni mantas, sino nasas y otros aparejos de pesca), ya no estaba allí. Había abandonado mi cuerpo y durante una fracción de segundo me vi desaparecer."

"Leviatán" - Paul Auster

miércoles, 5 de junio de 2013

EL EFECTO 99. Cuento Sufi.


EL EFECTO 99:


Esta era una vez un rey que estaba en busca de la felicidad ya que aún cuando tenía todos los placeres a su alcance debido a su inmensa riqueza, siempre se sentía vacio y nunca estaba satisfecho con lo que poseía. Tal era su infelicidad que admiraba a uno de sus sirvientes más pobres, que sin importar su condición económica, irradiaba dicha y gozo sincero por la vida. Motivado por lo anterior, fue con el sabio del reino a solicitar su consejo y le preguntó: ¿Cómo es posible que uno de mis sirvientes, aún siendo pobre sea más feliz que yo, el gran rey?
El sabio hizo una pausa y le contesto: Para poder explicarte la razón de tu infelicidad y de casi todos los hombres, necesito que comprendas EL EFECTO 99.
¿Y qué significa eso? pregunto el rey. Para que lo puedas comprender necesito que consigas un costal con 99 monedas de oro. Ya que lo hayas conseguido ven y podré explicarte. El Rey ni tardo ni perezoso fue de inmediato a conseguir lo que el sabio le había pedido y regresó con él. El sabio le dijo que lo que seguía para poder comprender EL EFECTO 99 era que siguieran a escondidas al sirviente hasta su casa, cosa que hicieron esa misma noche.
Cuando el sirviente entró a su casa, el sabio puso el costal con las 99 monedas en la entrada de su casa, tocó a la puerta y corrió a ocultarse junto con el rey.
Cuando el sirviente salió, vio el costal, lo recogió y se metió de nuevo a su hogar. El sabio y el rey prosiguieron a espiarlo desde la ventana.
Cuando abrió el costal, el sirviente quedó asombrado con su contenido, estaba encantado y sin perder tiempo comenzó a contar todas las monedas. Cuando terminó el conteo, se rascó intrigado la cabeza y comenzó de nuevo el conteo ya que él suponía que le hacía falta una moneda para completar las 100.
Al terminar el segundo recuento el sirviente se desesperó y comenzó a buscar debajo de la mesa sin rastro alguno de esa moneda perdida, por lo que comenzó a angustiarse.
Fue entonces cuando el sabio le dijo al Rey: Te das cuenta, eso es justamente a lo que me refería con el efecto 99. El sirviente, al igual que tú, han dejado de valorar la mayoría de sus bendiciones para enfocarse en los pequeños detalles que “creen”les hacen falta. En ello radica la infelicidad del ser humano.